Ya está todo dicho acerca de la guerra y ahora hay que hablar acerca de la vida y lo que queda de esperanza. Como podéis haberos imaginado, la muerte de Pabrich tuvo una influencia inmediata sobre los dragones que hostigaban a los rebeldes que intentaban tomar Berlín. Tuvo influencia sobre los zombies cuyo control se pugnaban los espíritus de nuestros amigos muertos. Tuvo influencia sobre las mismas murallas de la ciudad fortaleza.
Yo no voy a tratar mucho sobre esos asuntos porque me retiro de ellos en cierto modo. En otro modo, estaré más presente que nunca, como ahora veréis.
En cuanto acabó la batalla tuve un pensamiento tan claro como la sangre que salpicaba mis manos y mi ropa de combate: "Quiero volver a casa".
Como sabéis, yo ya no tengo casa. Tengo una tumba que visitar cerca de Santa Elena, en el desfiladero de Despeñaperros.
Así que no presté mucha atención a los dias que sucedieron aunque participé en algunas reuniones importantes y ayudé a levantar un par de muros y organicé un par de expediciones para intentar limpiar los alrededores de zombies. Porque estos no se cayeron muertos, sino que deambulan maquinando no sé qué estúpidas venganzas como si el espíritu vengativo de Pabrich se hubiera quedado con ellos. Da qué pensar.
Los demonios supervivientes tampoco se han ido. Forman parte ahora de nuestra fauna. Especies en vías de extinción, o especies foraneas que amenazan la fauna atutóctona. Lo veremos...
Blanca es muy importante ahora mismo en la reconstrucción del mundo. Rebeca no quiere ninguna responsabilidad de ese tipo, aunque no sé si finalmente tendrá que aceptar alguna. Mientras tanto, hemos acordado decir que fue espiga de arroz, la espada maldita, la que mató a Pabrich. No quiere admiradores que se vayan a tomar las cosas como aquel tipo que quería tanto a John Lennon.
Rolando sigue con ella, por supuesto. Ojalá tengan una vida de algún tipo. Se lo merecen. Creo que todos nos lo merecemos.
Yo voy camino de Santa Elena y llevo conmigo un mechón de pelo de mi amigo Andy. Lo llevo en un collar colgando cerca de mi corazón. Intenté visitar la tumba de Hidalgo, pero parece que alguien la ha mancillado y no podemos encontrar su cuerpo.
Eso merece venganza, pero cada cosa tendrá su tiempo.
Hago mi camino en dirección a Santa Elena para hablar frente a la tumba de mi niña y mi mujer, mi Lorena y mi Lucrecia, aunque sé que no me quedaré demasiado tiempo junto a ellas.
Este camino que recorro, es una frontera entre lo que puede ser civilizado y el horror que sigue poblando el mundo. Todos hemos oído leyendas de caminos malditos, caminos que si los cruzan los humanos pueden encontrarse con fantasmas, con vampiros, con la Santa Compaña.
Este camino que une Despeñaperros con Berlín, será mi camino. Y cualquier demonio que lo cruce lo hará con temor de encontrarse con Hidalgo, su corcel y su espada maldita. Ellos nunca sabrán si estoy cerca o estoy lejos, pero poblaré el camino de estacas y de sus cabezas. Ya sólo sirvo para matar y espiga de arroz me ha poseído completamente.
Soy un espíritu del camino.
Y creo que no volveré a hablar con palabras que no salgan de mi espada y que no estén escritas con sangre.
lunes, 21 de noviembre de 2011
domingo, 6 de noviembre de 2011
Acerca de hombres muertos
Voy a hacer caso de lo que me han dicho y escribiré aquello que sólo yo pude ver, ese día, rodeado de muerte retorcida y aullante.
Los hombres tiernos e inexpertos caían como hierba cortada mientras los recios y experimentados permanecíamos en pie tajando y empujano y rezando, supongo que algunos, porque nada de aquella sangre podrido nos cayese en la boca o en las heridas.
Yo avanzaba finalmente sin mirar atrás por el patio de armas de aquella fortaleza. Cada uno de los asaltantes podemos contar nuestra propia historia de horror de supervivencia. Me perdí de mi grupo y estuve más de una hora defendiéndome con Espiga de Arroz sobre una furgoneta. Mis hombre fieles, los hombres a los que había devuelto recientemente su voluntad y su alma, me encontraron cuando ya estaba arrástrándome, pegando patadas y gritando de pura rabia.
Entonces los muertos vivientes comenzaron a destrozarse entre ellos y el Ejército del Dragón se puso en formación de combate mientras en los cielos los dragones luchaban contra las hordas voladoras de Blanca Cueto.
Ganamos una puerta escoltada por columnas de acero, cerrada a cal y canto, pero que nos sirvió de parapeto contra los disparos de rifle del enemigo. Uno de mis hombres tenía un revólver y otro una escopeta de cañones recortados, pero les ordené que guardasen la munición. En cierto momento dejamos de sentirnos acosados por los disparos y cuando me atreví a mirar pude darme cuenta de que los chicos de la mano vacía habían tomado las azoteas de los barracones, arrojando por la cornisa o rompiendo el cuello de los francotiradores del Dragón.
Espiga de Arroz vibraba constantemente en mi mano y yo acertaba a preguntarme: "¿eres Brau, o Hidalgo, o la Sombra?".
Entonces vi algo que me pareció prodigioso. Andy se había abierto paso entre las filas del ejército enemigo y corría hacia mí con tal velocidad que sus pies no parecían tocar el suelo. De hecho, no lo tocaban. Pensé que sólo un músico podía estar tan loco, dado que iba a pie y no llevaba armas. Salimos a cubrirlo y entramos en esa portada metálica y, cuando quise pasar el brazo por su hombro, lo atravesé como se atraviesa la luz de una proyección.
Me pegué contra la pared, aterrado. Uno de mis hombres bajó la mirada, consciente de que Andy no era más que un fantasma.
Ni menos que un fantasma.
- Amigo - me dijo - ha llegado la hora de que nos separemos. Mi cuerpo está en el patio de armas destrozado a machetazos.
Apreté los dientes por toda respuesta, así de cobardes somos los valientes.
- La profecía es falsa; es lo que he venido a decirte, Rodrigo. Tienes que impedir que Rebeca sacrifique a Rolando.
Negué con la cabeza igual que un niño niega que sus padres le hayan vendido a unos violadores, pero Andy levantó sus manos en forma de copa como si fuese a acariciarme la mandíbula.
- Salva a Rolando. Salva el mundo.
Y desapareció. La última imagen que me regaló de sí mismo fue una sonrisa de sincera amistad, de amor, según creo.
La profecía era falsa y mi amigo había muerto para contármelo. Había acudido a mí, y no a otro.
Y la Sombra mentirosa y traidora reposaba en la espada que había en mi mano.
Rugí como el león que dicen que soy y la golpee con toda mi fuerza contra el suelo de mármol de aquella plaza, pero la espada no se rompió.
Vibró con tal fuerza que sentí que mis hombros querían romperse y mis dientes volver dentro de las encías. El suelo se quebró con claridad formando una linea de al menos veinte metros. Salió luz de mi espada durante unos instantes y su vibración se tornó en la súplica de ayuda que mi corazón pedía.
La única persona que tenía tanto poder como para abrirme paso hasta la guarida de Pabrich.
Sahira zu Monoi o, como yo siempre la he conocido.
Blanca.
Los hombres tiernos e inexpertos caían como hierba cortada mientras los recios y experimentados permanecíamos en pie tajando y empujano y rezando, supongo que algunos, porque nada de aquella sangre podrido nos cayese en la boca o en las heridas.
Yo avanzaba finalmente sin mirar atrás por el patio de armas de aquella fortaleza. Cada uno de los asaltantes podemos contar nuestra propia historia de horror de supervivencia. Me perdí de mi grupo y estuve más de una hora defendiéndome con Espiga de Arroz sobre una furgoneta. Mis hombre fieles, los hombres a los que había devuelto recientemente su voluntad y su alma, me encontraron cuando ya estaba arrástrándome, pegando patadas y gritando de pura rabia.
Entonces los muertos vivientes comenzaron a destrozarse entre ellos y el Ejército del Dragón se puso en formación de combate mientras en los cielos los dragones luchaban contra las hordas voladoras de Blanca Cueto.
Ganamos una puerta escoltada por columnas de acero, cerrada a cal y canto, pero que nos sirvió de parapeto contra los disparos de rifle del enemigo. Uno de mis hombres tenía un revólver y otro una escopeta de cañones recortados, pero les ordené que guardasen la munición. En cierto momento dejamos de sentirnos acosados por los disparos y cuando me atreví a mirar pude darme cuenta de que los chicos de la mano vacía habían tomado las azoteas de los barracones, arrojando por la cornisa o rompiendo el cuello de los francotiradores del Dragón.
Espiga de Arroz vibraba constantemente en mi mano y yo acertaba a preguntarme: "¿eres Brau, o Hidalgo, o la Sombra?".
Entonces vi algo que me pareció prodigioso. Andy se había abierto paso entre las filas del ejército enemigo y corría hacia mí con tal velocidad que sus pies no parecían tocar el suelo. De hecho, no lo tocaban. Pensé que sólo un músico podía estar tan loco, dado que iba a pie y no llevaba armas. Salimos a cubrirlo y entramos en esa portada metálica y, cuando quise pasar el brazo por su hombro, lo atravesé como se atraviesa la luz de una proyección.
Me pegué contra la pared, aterrado. Uno de mis hombres bajó la mirada, consciente de que Andy no era más que un fantasma.
Ni menos que un fantasma.
- Amigo - me dijo - ha llegado la hora de que nos separemos. Mi cuerpo está en el patio de armas destrozado a machetazos.
Apreté los dientes por toda respuesta, así de cobardes somos los valientes.
- La profecía es falsa; es lo que he venido a decirte, Rodrigo. Tienes que impedir que Rebeca sacrifique a Rolando.
Negué con la cabeza igual que un niño niega que sus padres le hayan vendido a unos violadores, pero Andy levantó sus manos en forma de copa como si fuese a acariciarme la mandíbula.
- Salva a Rolando. Salva el mundo.
Y desapareció. La última imagen que me regaló de sí mismo fue una sonrisa de sincera amistad, de amor, según creo.
La profecía era falsa y mi amigo había muerto para contármelo. Había acudido a mí, y no a otro.
Y la Sombra mentirosa y traidora reposaba en la espada que había en mi mano.
Rugí como el león que dicen que soy y la golpee con toda mi fuerza contra el suelo de mármol de aquella plaza, pero la espada no se rompió.
Vibró con tal fuerza que sentí que mis hombros querían romperse y mis dientes volver dentro de las encías. El suelo se quebró con claridad formando una linea de al menos veinte metros. Salió luz de mi espada durante unos instantes y su vibración se tornó en la súplica de ayuda que mi corazón pedía.
La única persona que tenía tanto poder como para abrirme paso hasta la guarida de Pabrich.
Sahira zu Monoi o, como yo siempre la he conocido.
Blanca.
viernes, 7 de octubre de 2011
ESTÁN LOCOS COMO LIEBRES EN MARZO
Hemos estado huyendo estos días.
Insólito. Los Hijos del Caos están realmente mal. Son peligrosos. No me refiero en un sentido cotidiano de la palabra. No creen en nada pero cuando deciden algo es como si Dios hubiese bajado a ordenarlo.
Supongo que ya sabéis que esta gente piensa que hay que hacer siempre algo aleatorio, para no ceder poder ante los tiranos y no permitir un desequilibrio en las fuerzas del universo y no sé qué historias más.
Bien, han decidido que van a ir contra el Ejército del Dragón. El que está venciendo a los demonios, exactamente.
Andy ha estado bastante cerca de sufrir un desequilibrio importante estando con estos tipos. Creo que lo estaban hipnotizando. La noche que huímos tuve que darle con el mango de espiga de arroz en la cabeza para dejarlo blando y que duiéramos atarlo a un caballo.
Hidalgo fue el primero en escaparse para no entorpecernos la huída. Le dimos por perdido en un desfiladero, pero él realmente se arrastró durante cientos de metros entre los arbustos hasta una yegua que habíamos preparado previamente. Se llevó los ordenadores y ha estado esperándonos durante días, girando en torno al punto de encuentro, cazando lo que podía desde la silla de la yegua y subsistiendo con un par de cantimploras.
Bueno, creo que no nos queda otra que ir a encontrarnos con el Ejército del Dragón para avisarles de que un muy importante contingente de alucinados están recultando a los demonios que tienen más entendederas para ir a hacerle frente en los más pintorescos modos: cambiar las señalizaciones de las carreteras, destruir puentes, arrojar bolsas anegadas de piojos con ballestas.
Según las últimas noticias que tuve, por supuesto, no se plantean lo que parecería mas lógico, que es usar su potencial armado para una guerra de guerrillas.
No os lo había dicho antes, pero este ejército de bufones cuenta actualmente con doce mil unidades capaces y llevan encadenados a unos doscientos demonios entre lagartos y putas voladoras, en la esperanza de poder meterles en la mollera que tienen un enemigo común.
Están haciendo buenos a los calvinistas, estos locos hijos de puta.
Insólito. Los Hijos del Caos están realmente mal. Son peligrosos. No me refiero en un sentido cotidiano de la palabra. No creen en nada pero cuando deciden algo es como si Dios hubiese bajado a ordenarlo.
Supongo que ya sabéis que esta gente piensa que hay que hacer siempre algo aleatorio, para no ceder poder ante los tiranos y no permitir un desequilibrio en las fuerzas del universo y no sé qué historias más.
Bien, han decidido que van a ir contra el Ejército del Dragón. El que está venciendo a los demonios, exactamente.
Andy ha estado bastante cerca de sufrir un desequilibrio importante estando con estos tipos. Creo que lo estaban hipnotizando. La noche que huímos tuve que darle con el mango de espiga de arroz en la cabeza para dejarlo blando y que duiéramos atarlo a un caballo.
Hidalgo fue el primero en escaparse para no entorpecernos la huída. Le dimos por perdido en un desfiladero, pero él realmente se arrastró durante cientos de metros entre los arbustos hasta una yegua que habíamos preparado previamente. Se llevó los ordenadores y ha estado esperándonos durante días, girando en torno al punto de encuentro, cazando lo que podía desde la silla de la yegua y subsistiendo con un par de cantimploras.
Bueno, creo que no nos queda otra que ir a encontrarnos con el Ejército del Dragón para avisarles de que un muy importante contingente de alucinados están recultando a los demonios que tienen más entendederas para ir a hacerle frente en los más pintorescos modos: cambiar las señalizaciones de las carreteras, destruir puentes, arrojar bolsas anegadas de piojos con ballestas.
Según las últimas noticias que tuve, por supuesto, no se plantean lo que parecería mas lógico, que es usar su potencial armado para una guerra de guerrillas.
No os lo había dicho antes, pero este ejército de bufones cuenta actualmente con doce mil unidades capaces y llevan encadenados a unos doscientos demonios entre lagartos y putas voladoras, en la esperanza de poder meterles en la mollera que tienen un enemigo común.
Están haciendo buenos a los calvinistas, estos locos hijos de puta.
viernes, 9 de septiembre de 2011
Un milagro bajo el sol inclemente
Creo que después de todos estos días de prodigios y desgracias, lo más milagroso y quizá alucinante (capaz de ser descrito como una alucinación) fue encontrarnos con Braulio y Adela en medio de la planicie de Castilla la Mancha. Que digo yo que será esto.
Porque hay unos hijos de la gran puta llamados Hijos del Caos que han sobrevivido a la guerra contra los demonios tan sólo para dedicarse a joder todas las señales de tráfico y de señalización que se encuentran a su paso.
El caso concreto es que había llegado un momento en que ni yo mismo podía decidir si estábamos persiguiendo a los Hijos del Caos o buscando a Hidalgo (y en esto debo decir que Andy estaba más enfadado que yo, como si la gota que hubiese colmado el vaso fuese una simple gamberrada). Los caballos campaban un campo seco como sus propios lomos, a la sombra discontinua de unos molinos de viento, cuando oímos un silbido magnífico.
Adela y Brau iban montados en un carro tirado por caballos y se habían plantado en una carretera secundaria para descansar un poco con unas sombrillas.
Cuando llegamos comprobé con gusto que Brau ya casi parecía una persona; osea, al menos vuelve a parecer un yonqui.
Ellos también están buscando a Hidaglo y al parecer Brau tiene un método mágico para rastrearlo. No quiero ni saberlo.
Por supuesto, nos hemos unido y ahora marchamos hacia un castillo abandonado. No sé si lo sabéis, pero Castilla recibe su nombre de los castillos. Ellos estaban buscando a una sombra que no es otra cosa que el poder humanizado y perdido de Hidalgo para predecir asuntos de mierda, así que esta cosa según parece quiere volver a la vida a la que estaba acostumbrada como si fuese un vampiro.
Y los vampiros viven o noviven en castillos, ¿verdad?
Hablando de leyendas... mi espada está empezando a volverse rara. Mucha sangre en su cuenta, supongo. Tengo que intentar contactar con el chino arrepentido que nos la devolvió. La espada me habla por las noches, cuando estoy a punto de coger el sueño, me habla suave; creo que me habla con la voz de Lorena.
Quizá no sea la mucha sangre que he vertido con ella lo que ha activado la espada. Quizá sea la muerte de mis seres queridos.
Ya veremos.
Porque hay unos hijos de la gran puta llamados Hijos del Caos que han sobrevivido a la guerra contra los demonios tan sólo para dedicarse a joder todas las señales de tráfico y de señalización que se encuentran a su paso.
El caso concreto es que había llegado un momento en que ni yo mismo podía decidir si estábamos persiguiendo a los Hijos del Caos o buscando a Hidalgo (y en esto debo decir que Andy estaba más enfadado que yo, como si la gota que hubiese colmado el vaso fuese una simple gamberrada). Los caballos campaban un campo seco como sus propios lomos, a la sombra discontinua de unos molinos de viento, cuando oímos un silbido magnífico.
Adela y Brau iban montados en un carro tirado por caballos y se habían plantado en una carretera secundaria para descansar un poco con unas sombrillas.
Cuando llegamos comprobé con gusto que Brau ya casi parecía una persona; osea, al menos vuelve a parecer un yonqui.
Ellos también están buscando a Hidaglo y al parecer Brau tiene un método mágico para rastrearlo. No quiero ni saberlo.
Por supuesto, nos hemos unido y ahora marchamos hacia un castillo abandonado. No sé si lo sabéis, pero Castilla recibe su nombre de los castillos. Ellos estaban buscando a una sombra que no es otra cosa que el poder humanizado y perdido de Hidalgo para predecir asuntos de mierda, así que esta cosa según parece quiere volver a la vida a la que estaba acostumbrada como si fuese un vampiro.
Y los vampiros viven o noviven en castillos, ¿verdad?
Hablando de leyendas... mi espada está empezando a volverse rara. Mucha sangre en su cuenta, supongo. Tengo que intentar contactar con el chino arrepentido que nos la devolvió. La espada me habla por las noches, cuando estoy a punto de coger el sueño, me habla suave; creo que me habla con la voz de Lorena.
Quizá no sea la mucha sangre que he vertido con ella lo que ha activado la espada. Quizá sea la muerte de mis seres queridos.
Ya veremos.
domingo, 4 de septiembre de 2011
DOLOR
Creo que es hora de dar la cara y de dar la cara sobre todo al inmenso dolor que siento por la muerte de mi pequeña. Y de mi mujer también, qué vamos a hacerle.
Sí, ahora estoy poco menos que vacío, y todo por culpa de un mocoso, un niño de esta aldea en la que llevamos ya una semana que no tuvo otra ocurrencia que poner su mano encima de mi mano, sin decir nada.
Ocurrió después de que yo discutiera con todo el mundo. Mi horda de hombres muertos se me reveleaba como si yo les hubiese dado permiso para recuperar sus almas. Decían que no hablaban para sí mismos, pero que querían parar por Andy, por su melancolía, porque todos los hombres tienen derecho a un descanso, porque no somos los únicos peleamos pero quizá sí somos los únicos que peleamos todos los días.
Los mandé al carajo, derribé una mesa e incuso saqué la espada. No sé si la gente de estas cabañas estaba más asustada o menos cuando la zona estaba rodeada de monstruos.
Luego salí a fumarme uno de esos raros cigarrillos que llevamos, que parece un palo y sabe a hierba seca.
El niño se sentí al lado mío en un tocón tumbado y me puso la mano encima de la mano.
Nadie me había tocado desde que Lorena me dió un beso la mañana que murió.
Fue como el pecho me temblara sólo. Luego solté una especie de carcajada, creo, y le cogí la mano al niño y me la llevé a los labios. Entonces rompí a llorar.
La madre salió a llevárselo al poco tiempo, claro está.
Yo no he vuelto a entrar hasta hoy por la mañana, aterido de frío y vacío, como he dicho antes.
Le he preguntado a mis hombres qué debemos hacer. Andy se me ha acercado y me ha dado un abrazo corto y fuerte. "Vamos a dejar de matar durante uno días", me ha dicho.
Le he dicho que me parecía. Creo que todo lo que hay al Sur de Sierra Morena es ahora mismo el lugar más seguro del mundo y nosotros debemos viajar, sin matar, rápidos, porque me temo que un amig necesita nuestra ayuda.
¿Dónde cojones está el tullido Hidalgo?
No quiero perder más gente.
Mi grupo de hombres muertos, aunque han sido liberados de su deuda, han decidido seguirnos.
Sí, ahora estoy poco menos que vacío, y todo por culpa de un mocoso, un niño de esta aldea en la que llevamos ya una semana que no tuvo otra ocurrencia que poner su mano encima de mi mano, sin decir nada.
Ocurrió después de que yo discutiera con todo el mundo. Mi horda de hombres muertos se me reveleaba como si yo les hubiese dado permiso para recuperar sus almas. Decían que no hablaban para sí mismos, pero que querían parar por Andy, por su melancolía, porque todos los hombres tienen derecho a un descanso, porque no somos los únicos peleamos pero quizá sí somos los únicos que peleamos todos los días.
Los mandé al carajo, derribé una mesa e incuso saqué la espada. No sé si la gente de estas cabañas estaba más asustada o menos cuando la zona estaba rodeada de monstruos.
Luego salí a fumarme uno de esos raros cigarrillos que llevamos, que parece un palo y sabe a hierba seca.
El niño se sentí al lado mío en un tocón tumbado y me puso la mano encima de la mano.
Nadie me había tocado desde que Lorena me dió un beso la mañana que murió.
Fue como el pecho me temblara sólo. Luego solté una especie de carcajada, creo, y le cogí la mano al niño y me la llevé a los labios. Entonces rompí a llorar.
La madre salió a llevárselo al poco tiempo, claro está.
Yo no he vuelto a entrar hasta hoy por la mañana, aterido de frío y vacío, como he dicho antes.
Le he preguntado a mis hombres qué debemos hacer. Andy se me ha acercado y me ha dado un abrazo corto y fuerte. "Vamos a dejar de matar durante uno días", me ha dicho.
Le he dicho que me parecía. Creo que todo lo que hay al Sur de Sierra Morena es ahora mismo el lugar más seguro del mundo y nosotros debemos viajar, sin matar, rápidos, porque me temo que un amig necesita nuestra ayuda.
¿Dónde cojones está el tullido Hidalgo?
No quiero perder más gente.
Mi grupo de hombres muertos, aunque han sido liberados de su deuda, han decidido seguirnos.
domingo, 7 de agosto de 2011
Tú que estás mirando.
Tú que estás mirando lo que escribo, he querido dedicarte unas lineas.
He retomado las teclas para dirigirme a ti, así de importante te has vuelto en nuestras vidas. Supongo que sabes que hace tiempo que no escribo nada. Supongo que sabes que han muerto mi hija y mi mujer recientemente. No sé si llevas tanto tiempo leyéndome como para saber lo que eso significa para mí.
Pregunta a tus espías.
¿Acaso piensas que están muertos? ¿Acaso piensas que ese patán tatuado se pudo tirar bajo las ruedas de un vehículo? ¿Acaso piensas que tratas con niños?
Tú que estás mirando lo que escribo desde hace tiempo y que has mandado a tus hordas a invadirnos, que has estado cultivando este plan desde hace décadas, debo decirte que creo que te has equivocado de lugar.
No sé si has oído que la gente de Numancia prefirió quemarse en su propia ciudad antes de ser esclavizados por el enemigo. No sé si has oído que en El Álamo prefirieron luchar hasta el final antes de rendirse. Quizá no has oído hablar de la batalla en el desfiladero de las puertas de fuego. Quizá nunca has oído la palabra bansai.
¿Dónde pensabas que venías?
¿Piensas que vosotros sois los monstruos que habéis llegado a convertir nuestro mundo en un cenicero en el que poder revolcaros?
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.
Te hablaré de monstruos. Durante horas he torturado a tu espía. Lo he conseguido mantener vivo a pesar de que las tripas no estaban ya dentro de su cuerpo. ¿Hacéis sacrificios a vuestros dioses? ¿Te sacrifican gente para que vengas? Nosotros ya hemos hecho eso.
Aquí mutilamos a las hembras por costumbre. Usamos a los civiles como escudo humano para defender nuestras posiciones confiando en la humanidad del enemigo, que generalmente no tiene humanidad.
Envenenamos también las aguas del oponente, pero también a sus pastos y a sus personas.
Aquí cubrirmos los campos de los imperios vencidos con sal, para que nunca más crezca el cultivo.
Así de profundo odiamos.
¿Piensas que sois unos monstruos cuya sola presencia nos dejarás paralizados?
Yo tengo una guardia personal de hombres muertos.
Nosotros lanzamos las cabezas cortadas de nuestros enemigos por encima de sus muros.
Seréis vosotros los que hablaréis de los hombres en susurros.
Nosotros cortamos las cabezas de vuestros gigantes y les arrancamos sus piedras de poder. ¿Pensabas que una misma mujer podría acabar con dos de tus monois y colgarse sus trofeos del cuello? ¿Qué le dirás a tus tropas para que se atrevan a buscarla y matarla?
Os robamos el poder como si fuera el hálito de un ahorcado. ¿Dónde te esconderás para que no podamos tocarte y arrebatarte tu fuego y tu gloria? Con el sólo roce de una mano. ¿Lo vas sintiendo?
Nosotros somos dioses del fuego y del rayo, podemos mover las rocas con la mente.
Nosotros siempre sobrevivimos, podemos comer carne muerta, raices y acabaremos acostumbrándonos al sabor de vuestras tripas si arrasáis nuestros cultivos. Ya lo hemos hecho antes.
No hemos conocido sino la guerra y, en cuanto hayamos acabado contigo, volveremos a mirarnos unos a otros y volveremos a matarnos. Reconstruiremos nuestro mundo no porque seamos buenos, sino porque preparamos nuestras murallas y nuestras armas para la próxima guerra.
Nosotros empalamos vivos a nuestros enemigos, violamos a sus mujeres y nos comemos a sus hijos.
¿Piensas que sabes donde estamos? ¿Por qué? ¿Porque lo hemos escrito? ¿Porque escribimos cosas para mostrar nuestros sentimientos? Nosotros aprendemos a mentir antes que a hablar.
Hemos traido tanza y cuerdecillas de esparto, aguja y material de encurtir para hacer trofeos con tu ejército. Todos tenemos alguien a quien vengar. Tú habrás conocido el hambre, pero no la venganza.
Aún no has entrado, ¿verdad? ¿Piensas hacerlo? Bienvenido seas, estoy deseando encontrate.
¿O piensas que nos esconderemos de ti?
Te hemos preparado un recibimiento especial, así de importante te has vuelto en nuestras vidas.
Este es tu principal error, Rey de las profundidades, pensar que nos conoces porque nos espías.
No has venido a traernos el infierno a nuestra casa.
Eres tú el que ha caído en el infierno.
He retomado las teclas para dirigirme a ti, así de importante te has vuelto en nuestras vidas. Supongo que sabes que hace tiempo que no escribo nada. Supongo que sabes que han muerto mi hija y mi mujer recientemente. No sé si llevas tanto tiempo leyéndome como para saber lo que eso significa para mí.
Pregunta a tus espías.
¿Acaso piensas que están muertos? ¿Acaso piensas que ese patán tatuado se pudo tirar bajo las ruedas de un vehículo? ¿Acaso piensas que tratas con niños?
Tú que estás mirando lo que escribo desde hace tiempo y que has mandado a tus hordas a invadirnos, que has estado cultivando este plan desde hace décadas, debo decirte que creo que te has equivocado de lugar.
No sé si has oído que la gente de Numancia prefirió quemarse en su propia ciudad antes de ser esclavizados por el enemigo. No sé si has oído que en El Álamo prefirieron luchar hasta el final antes de rendirse. Quizá no has oído hablar de la batalla en el desfiladero de las puertas de fuego. Quizá nunca has oído la palabra bansai.
¿Dónde pensabas que venías?
¿Piensas que vosotros sois los monstruos que habéis llegado a convertir nuestro mundo en un cenicero en el que poder revolcaros?
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.
Te hablaré de monstruos. Durante horas he torturado a tu espía. Lo he conseguido mantener vivo a pesar de que las tripas no estaban ya dentro de su cuerpo. ¿Hacéis sacrificios a vuestros dioses? ¿Te sacrifican gente para que vengas? Nosotros ya hemos hecho eso.
Aquí mutilamos a las hembras por costumbre. Usamos a los civiles como escudo humano para defender nuestras posiciones confiando en la humanidad del enemigo, que generalmente no tiene humanidad.
Envenenamos también las aguas del oponente, pero también a sus pastos y a sus personas.
Aquí cubrirmos los campos de los imperios vencidos con sal, para que nunca más crezca el cultivo.
Así de profundo odiamos.
¿Piensas que sois unos monstruos cuya sola presencia nos dejarás paralizados?
Yo tengo una guardia personal de hombres muertos.
Nosotros lanzamos las cabezas cortadas de nuestros enemigos por encima de sus muros.
Seréis vosotros los que hablaréis de los hombres en susurros.
Nosotros cortamos las cabezas de vuestros gigantes y les arrancamos sus piedras de poder. ¿Pensabas que una misma mujer podría acabar con dos de tus monois y colgarse sus trofeos del cuello? ¿Qué le dirás a tus tropas para que se atrevan a buscarla y matarla?
Os robamos el poder como si fuera el hálito de un ahorcado. ¿Dónde te esconderás para que no podamos tocarte y arrebatarte tu fuego y tu gloria? Con el sólo roce de una mano. ¿Lo vas sintiendo?
Nosotros somos dioses del fuego y del rayo, podemos mover las rocas con la mente.
Nosotros siempre sobrevivimos, podemos comer carne muerta, raices y acabaremos acostumbrándonos al sabor de vuestras tripas si arrasáis nuestros cultivos. Ya lo hemos hecho antes.
No hemos conocido sino la guerra y, en cuanto hayamos acabado contigo, volveremos a mirarnos unos a otros y volveremos a matarnos. Reconstruiremos nuestro mundo no porque seamos buenos, sino porque preparamos nuestras murallas y nuestras armas para la próxima guerra.
Nosotros empalamos vivos a nuestros enemigos, violamos a sus mujeres y nos comemos a sus hijos.
¿Piensas que sabes donde estamos? ¿Por qué? ¿Porque lo hemos escrito? ¿Porque escribimos cosas para mostrar nuestros sentimientos? Nosotros aprendemos a mentir antes que a hablar.
Hemos traido tanza y cuerdecillas de esparto, aguja y material de encurtir para hacer trofeos con tu ejército. Todos tenemos alguien a quien vengar. Tú habrás conocido el hambre, pero no la venganza.
Aún no has entrado, ¿verdad? ¿Piensas hacerlo? Bienvenido seas, estoy deseando encontrate.
¿O piensas que nos esconderemos de ti?
Te hemos preparado un recibimiento especial, así de importante te has vuelto en nuestras vidas.
Este es tu principal error, Rey de las profundidades, pensar que nos conoces porque nos espías.
No has venido a traernos el infierno a nuestra casa.
Eres tú el que ha caído en el infierno.
sábado, 18 de junio de 2011
EL VUELO DE LOS DRAGONES
Yo tenía unos doce años cuando vi una película de dibujos animados en un especial que emitieron aquellas navidades en la tele. Todas las mañanas echaban una película de dibujos, Corre Meros, Drácula, Colmillo Blanco... Y El vuelo de los Dragones. Recuerdo un par de cosas de esa película. Una de ellas era al tigre que hablaba enfrentarse a un gusano gigante y decir algo así como que "esta noche, el tigre cenará gusano o el gusano cenará tigre". Y la otra era un duende enfrentarse con una flauta la regreso de los dragones. Tocó la flatua mientras se acercaban y los dragones se durmieron...
Hoy me he acordado de esa película por algo que ha sucedido y, ya que en principio comencé este blog, este diario, para contar la verdad, la verdad es que en el día de hoy Andy ha salvado la vida de mi hija Claudia.
Conoceis esas cosas que parecen sacadas de un tatuajes gótico o de una novela de Geralt de Rivia, esas lamias con alas como de lona negra que se posan en un poste de teléfono allá donde haya un atasco de tráfico para comenzar a recoger carnaza humana viva. Bien, pues una de esas cosas ha planeado hacia nosotros tan silenciosa como un buho y ha cogido a mi hija por los hombros. Yo me he vuelto como un demonio y he agarrado a Claudia por las piernas y he forcejeado aunque creía que podía romper a mi hija por la mitad y reconozco que en aquel momento me importaba más que no se la llevaran a que sobreviviera. Entonces esa cosa me ha dado un coletazo o un manotazo y me ha tirado al suelo. Mi mujer ni siquiera podía gritar.
La cosa comenzó a levarse en serio con Claudia cuando se ha detenido en el aire porque estaba oyendo música. Todos la oíamos. Algo parecido a la música. Andy estaba tocando el violín de tal modo que parecían los silbidos de la lamia. El bicho se ha quedado aleteando a cuatro o cinco metros sosteniendo a Claudia con las patas traseras. Andy tenía los ojos cerrados y los gritos de su violín han ido derivando sutilmente en una música nostálgica, triste y, milagrosamente, centímetro a centímetro, la lamia ha ido descendiendo como si no se diese cuenta, cada vez más cerca del muchacho.
Los pies de mi hija tocaban ya el suelo.
Me he acercado por detrás y he atacado con la espada. Le he dejado la cabeza colgando de un golpe y la lamia ha soltado a mi hija y ha intentado elevarse de nuevo. Le he cortado en la barriga y antes de que me agarrase la he cogido por un ala y he vuelto a cortar. Y cuando la he tenido en el suelo he vuelto a cortar hasta dejarla sin cabeza.
Andy le ha salvado la vida a mi hija.
Seguimos en el camino.
Nos aproximamos a un centro comercial en mitad de una autopista y comienza a caer la tarde.
Hoy me he acordado de esa película por algo que ha sucedido y, ya que en principio comencé este blog, este diario, para contar la verdad, la verdad es que en el día de hoy Andy ha salvado la vida de mi hija Claudia.
Conoceis esas cosas que parecen sacadas de un tatuajes gótico o de una novela de Geralt de Rivia, esas lamias con alas como de lona negra que se posan en un poste de teléfono allá donde haya un atasco de tráfico para comenzar a recoger carnaza humana viva. Bien, pues una de esas cosas ha planeado hacia nosotros tan silenciosa como un buho y ha cogido a mi hija por los hombros. Yo me he vuelto como un demonio y he agarrado a Claudia por las piernas y he forcejeado aunque creía que podía romper a mi hija por la mitad y reconozco que en aquel momento me importaba más que no se la llevaran a que sobreviviera. Entonces esa cosa me ha dado un coletazo o un manotazo y me ha tirado al suelo. Mi mujer ni siquiera podía gritar.
La cosa comenzó a levarse en serio con Claudia cuando se ha detenido en el aire porque estaba oyendo música. Todos la oíamos. Algo parecido a la música. Andy estaba tocando el violín de tal modo que parecían los silbidos de la lamia. El bicho se ha quedado aleteando a cuatro o cinco metros sosteniendo a Claudia con las patas traseras. Andy tenía los ojos cerrados y los gritos de su violín han ido derivando sutilmente en una música nostálgica, triste y, milagrosamente, centímetro a centímetro, la lamia ha ido descendiendo como si no se diese cuenta, cada vez más cerca del muchacho.
Los pies de mi hija tocaban ya el suelo.
Me he acercado por detrás y he atacado con la espada. Le he dejado la cabeza colgando de un golpe y la lamia ha soltado a mi hija y ha intentado elevarse de nuevo. Le he cortado en la barriga y antes de que me agarrase la he cogido por un ala y he vuelto a cortar. Y cuando la he tenido en el suelo he vuelto a cortar hasta dejarla sin cabeza.
Andy le ha salvado la vida a mi hija.
Seguimos en el camino.
Nos aproximamos a un centro comercial en mitad de una autopista y comienza a caer la tarde.
jueves, 9 de junio de 2011
LIBERTAD RELATIVA
Ahora soy un león con espada y una camada que defender. Ya se ha dicho todo; lo he leído. No hay nada que pueda añadir.
Sabéis lo que sucede, cómo está el mundo. Ningún refugio parece seguro y menos el propio.
Ahora soy un león con una espada, nunca lo habría pensado. Un león estúpido al que le han dado por el culo durante mucho tiempo.
Yo pensaba que ayudaba a dominar el mundo. Yo pensaba que mentía, que era cínico, que era un maestro de marionetas.
Yo no soy más que otra marioneta a la que han dado por el culo durante mucho tiempo; ya sabéis lo que sucede; no hace falta que me repita.
Ha acabado el tiempo de las verdades y de las mentiras, de las confesiones. Ha llegado el tiempo de la supervivencia. Algunos aún pensáis que no.
No os engañeis más.
Y buscad una espada.
Sabéis lo que sucede, cómo está el mundo. Ningún refugio parece seguro y menos el propio.
Ahora soy un león con una espada, nunca lo habría pensado. Un león estúpido al que le han dado por el culo durante mucho tiempo.
Yo pensaba que ayudaba a dominar el mundo. Yo pensaba que mentía, que era cínico, que era un maestro de marionetas.
Yo no soy más que otra marioneta a la que han dado por el culo durante mucho tiempo; ya sabéis lo que sucede; no hace falta que me repita.
Ha acabado el tiempo de las verdades y de las mentiras, de las confesiones. Ha llegado el tiempo de la supervivencia. Algunos aún pensáis que no.
No os engañeis más.
Y buscad una espada.
sábado, 7 de mayo de 2011
Auroras boreales
Auroras en Calatayud vía http://enlavegadeljiloca.blogspot.com |
Pero lo que sucedió el otro día no es algo anómalo. Sí raro. Pero no anómalo.
Resumiendo (más detalladamente en http://centros5.pntic.mec.es/ies.victoria.kent/Rincon-C/Curiosid/Rc-40/Las_auroras.html), las auroras son el resultado de la interacción de las partículas que despiden las tormentas solares con el campo magnético de la tierra. Estas partículas tienen mucha energía y el campo magnético las desvía hacia el norte y el sur. Allí parte de ellas penetran y muestran esas luces.
En caso de producirse una tormenta solar muy fuerte, ésta puede perturbar el campo magnético terrestre de forma que las auroras puedan verse en latitudes donde normalmente no deberían. Esto ha sucedido varias veces en la historia del planeta. Y hasta has sido documentada en la historia humana. En España ya se vieron en 1870, por ejemplo. Y seguramente se produjeran muchas otras en siglos pasados desde, ya digo, que la tierra es tierra.
Diagrama de una Tormenta Solar. Click para ampliar |
Vale que estos fenómenos vistos por ojos de nuestros ancestros parecieran manifestaciones mágicas, por no decir divinas. Oráculos, presajios... Pero que hoy día se siga acudiendo a la superchería dice muy poco de nuestra civilización. Así, pediría un poco de cordura. Lo que sucedió el otro día fue algo, por mucho que no lo parezca, NORMAL.
También es cierto que ha comenzado un ciclo de tormentas solares importantes, pero asustar terjiversando los datos científicos o simplemente difundir chorradas apocalípticas sólo sirve para asustar a mojigatos. Y esto suele tener dos objetivos: controlarlos y someterlos.
jueves, 5 de mayo de 2011
Cuando todo se descontrola
No soy de esos estúpidos que creen poder controlarlo todo. Soy consciente de que hay cosas en la vida, aquellas que no depende de ti mismo, que pueden desvocarse sin más. Aún así mantengo las riendas firmemente amarradas e intento anticipar los movimientos de los que me rodean. Puede que no lo controle todo, pero minimizo las sorpresas. Con todo, estos útimos días ha pasado práctiamente de todo. Ahora que tengo un momento intentaré recapitular y poner algo de orden en mi cabeza contando lo que ha ido sucediendo estos días.
El jueves no conseguí quedar con mi abogado. Finalmente quedaríamos el viernes para cenar. Favor de amigos. Anda hasta el cuello últiamente. Tampoco pude encontrar un momento para estar a solas con Aurelia. Tal vez me esquivara por el tema de las fotos. El caso es que no hubo manera. Le habría mandado un e-mail, pero hay cosas que hay que hablar de frente.
El viernes, Aurelia llegó con las manos vacías en cuanto a los chinos. Me encabroné. Le dije que se dedicara en exclusiva a ello. No sé por qué tomé esa decisión. Fue una estupidez. Al fin y al cabo la chica no es investigadora. Le dije que se tomara el día libre, le di una tarjeta de empresa para lo que necesitara. Le exigí máxima discrección. Estaba tan estúpidamente enfadado que me olvidé excusar el tema de las fotos. Seguro que pensó que mi cabreo venía por ahí. Y no, ojalá hubiera sido eso.
Por la noche salí a cenar con mi amigo el abogado para comentarle lo de la custodia de Claudia. Le llevé las fotos. El maricón se empalmó. No es un decir, fue muy explícito. Siempre que toma vino se me insinua. Pero a lo que iba. Me comentó que según qué juez la conducta de la madre de mi hija podría ser suficiente probada con las fotos.
–Pero según qué juez podría desestimarlas sin más –dijo.
–Demasiado en el aire –dije.
–Sí…, pero… –el jodido no dejaba de pasar las imágenes del venteañero–, si pudiera encontrar al chico…
–No sé si quiero oír el final de la frase.
–Joder, Faustino, hablo de modo profesional –la media sonrisa también era “profesional”–. Si el chico testificara a tu favor y diera fe del comportamiento de tu ex, estaría prácticamente hecho. Recuerda que tenemos más pruebas de otras travesuras... Sí, otras travesuras. El conjunto tomaría cuerpo… Sí sería un patrón de conducta. Podría…–hablaba en modo automático, etaba claro que pensaba en otra cosa: en el pollón del chaval– Podría funcionar.
Acabamos la fiesta cada uno por su lado. Le dejé la cámara para que analizara mejor las imágenes en casa. Según sus palabras: quizás algún detalle delatara dónde se tomaron. Seguro que no dejaría pixel sin babear.
Este fin de semana no me tocaba pasarlo con Claudia. Aún así me llamó el sábado por la mañana su madre. La niña quería ir al cine y ella no podía llevarla. Se moría de ganas por que preguntara el motivo. Simplemente le contesté que la recogería a las cuatro y media. Creí oír entre el ruido de la línea la risita de Claudia. Mi pequeña zorra lleva tiempo escuchando a escondidas las conversaciones telefónicas de sus padres. Fue un sábado agradable. Clauida pasó la noche conmigo. Tras el desayuno la devolví a su madre, quien nos recibió con un camisón transparente. No tiene remedio.
El domingo salí de viaje. Tenemos una campaña importante entre manos. Un lavado de cara de una energética en sudamérica. La reunión era en Barcelona, así que decidí ir con mi propio coche. El viaje en sí serían unas vacaciones. Sin prisa. Desconectado. Parando en las estaciones de servicio donde todos somos anónimos que vienen o van. Un remanso de unas ocho horas de autenticidad, antes de un par de días de mamoneo intensivo. De palabras medidas. De ingeniería del lenguaje. De tejer mentiras por unas monedas de plata.
Regresé el martes. Al atardecer entraba en Madrid. Fue extraño no encontrar tráfico en la M-40. Siempre hay tráfico en la M-40. Pero el martes la autovía estaba prácticamente deiserta. No fue nada sobrenatural. O tal vez sí. Efectivamente: El Partido. Pero mientras conducía no caí. Así estaba de centradao. Con todo entré en estado de alerta. Aceleré para llegar a casa cuanto antes. Desde fuera parecía que todo estaba en orden. Llegué tarde. Habían pasado y revuelto todo. Digo pasado y no asaltado porque la cerradura no estaba forzada. Digo revuelto y no robado porque no parecía que faltara nada. Primero pensé en mi mujer. Tal vez quisiera recuperar la cámara. Pero no. Ella sólo pretendía joderme con las fotos. No le da para llegar a pensar que pudiera usarlas en su contra.
Fui al despacho. Todo revuelto también, pero nada parecía faltar. Salvo la espada. No estaba en el expositor que mi asistente había preparado. Bajé a la bodega. Además de guardar grandes vinos hace las veces de habitación del pánico. No soy un paranoico, en realidad nunca pensé en necesitar algo así. De hecho no hay cámaras ni alarma en la casa. La seguridad de la urbanización, hasta ahora, me parecía suficiente. Pero cuando mi asistente (llamémosle Pedro) entró a trabajar en casa insistió en lo útil que resultaban. Al parecer en otras casas donde había trabajado habían salvado vidas. Le hice caso. No era excesivamente caro montarla. Así que bajé y vi que estaba cerrada. Pedro estaba dentro. Al salir no pudo contarme demasiado. Escuchó pasos en la casa y simplemente se escondió en la bodega.
–Eran por lo menos tres tipos, y gandotes, de haber sido sólo uno… o dos…
–No, claro, hiciste bien. ¿Y la policía, por qué no están aquí ya?
–Es lo que más me asustó. Habían cortado la línea, pero también tenían inibidores porque los móviles no funcionaron.
–Pero en la bodega hay una línea de seguridad.
–También la cortaron. Sabían a lo que venían.
–A por la espada, es lo único que falta.
–Ah, pero la espada no estaba en casa.
–¿Cómo?
–Me va a perdonar la libertad. He visto que escribe un blog y que un conocido suyo le predijo el regalo –mi expresión era mezcla de sorpresa y reproche–. No me lo tome a mal, la primera vez que lo vi fue casual, mientras limpiaba, se dejó encendido el portátil y pensé que quería que lo viera –tiene razón, esos descuidos no son habituales en mí.
–No importa, ¿pero dónde está la espada?
–Sí, eso: el sable. Pues vi que ese amigo suyo vidente le aconsejaba tenerla lista… Así que ayer la envié a afilar.
–Pero ¿qué…?
–Oh, disculpe si me extralimité. Y no se altere, el sitio donde la llevé es muy discreto. Mañana la tendrán preparada.
–Bueno, al menos no la ha robado.
–Y tampoco estará aquí cuando llegue la policía.
–No, no llamaré a la policía, no me interesa airear esto. La madre de Clauida podría usarlo en mi contra.
–Entiendo. ¿Quiere que me encargue de averiguar…?
–Sí, averigua todo lo que puedas, sin que trascienda.
Ayer, a primera hora, fui a por la espada a la dirección que me dio Pedro. Estaba en las afueras. Tampoco importa demasiado. Me entregaron el arma cargada, como dijo el tipo, les pagué en efectivo y poco más. La oculté en el maletero y me marché. Sucedió algo extraño de nuevo. Estaba ya en la M-30. El tráfico era el perezoso de todas las mañanas, aunque ya había pasado la hora punta. La luz descendió bruscamente, como si cuando una nube tapa el sol de repente. Pero no era una nube. Era una bandada de pájaros. Me di cuenta al seguir con la vista otra que apareció por mi derecha en dirección a la que tapaba el sol. También vi luego pájaros dispersos volando en la misma dirección. Seguro que es algo normal, pero me pareció rara esa quedada aviar. En la oficina la mañana fue más o menos tranquila. La tarde parecía una caja de grillos. Todos asomados a las ventanas. Buscando noticias por internet. Algo de unas auroras en la cuidad. No hice caso, me encerré en mi despacho y les dejé ociar. Fue un error, el barullo creció. Cuando salí y di un portazo se callaron todos. Andaban ocupados en sintonizar el España Directo para ver imágenes de los pajaros chocando en el aire. Les abroqué y me volví al despacho.
Sólo hay una cosa realmente preocupante en todo este descontrol: nadie sabe nada de Aurelia desde el viernes.
Sólo hay una cosa realmente preocupante en todo este descontrol: nadie sabe nada de Aurelia desde el viernes.
Me extendido mucho. Creo que ha sido necesario para aclararme. Para ver mejor. Para priorizar. Lo primero es saber de Aurelia. Tal vez nuestro amigo el vidente… Voy a llamar a Pedro.Y a subir la espada al despacho, quiero tenerla a mano. Pero antes recogeré a Claudia para comer juntos.
Disculpad mis divagaciones.
jueves, 28 de abril de 2011
La zorra y las fotos
La madre de Claudia dio ayer, por fin, señales de vida. Llegó a media noche. Acelerada. Cualquiera adivinaría que se había metido algo. Tiró el bolso en el sofá y se sentó. Supuestamente de forma sexy. Ni la miré. Entonces se levantó. Me dijo que si no iba a preguntarle. Le dije que no. Se enfadó más. Dijo que estaba bien. Dijo que quería llevarse a mi hija, quien ya dormía. Le dejé claro que ni la vería. Avanzó hacia las escaleras. Me interpuse. Se puso a gritar. Sentí ganas de abofetearla. No le di el gusto de tener un parte de lesiones. Por suerte el chico estaba despierto. Es interno. Lo mismo hace de cocinero que de asistente. Lo que necesite. Anoche acudió como testitgo. Al verlo la zorra decidió que las uvas no estaban maduras. Cogió su bolso y se marchó. Me aseguré de que subía al coche y salía de la urbanización. Al volver el chico me entregó una cámara de fotos. Accidentalmente se habría caído del bolso de la huidiza. Se ve que consiguió alterarme. En condiciones normales no lo habría tomado como algo casual. No lo fue.
Esta mañana usé la cámara para hacer unas fotos detalladas de la espada. Tiene mejor calidad que el móvil. Luego se la di a Aurelia para que las sacara e investigara un poco. Que averiguara también algo de los chinos. Al poco me devolvío la cámara. Estaba algo nerviosa. No le di importancia. Después de un par de broncas a los de ventas fuimos a desayunar. Aurelia se excusó y no bajó. Al subir decidí borrar las fotos. De paso darle el gusto a mi mujer de ver lo que quería enseñarme. No dejó la cámara de forma casual. La muy puta. Había imágenes de un niñato desnudo. Valiente idiota. ¿Y si hubiera caído la cámara en manos de Claudia? Probablemente Aurelia las había visto. Joder. Lo mismo cree que fui yo quien las hice. Tendré que hablar con ella. La invitaré a cenar. La excusa del informe confidencial de los chinos es buena. No es que me importe que piense que voy por ahí poniendo el culo. Por que está claro que el chaval es de los que embisten. Buen sable, sí señor.
Me veo tentado de subir una imagen. No, no lo haré aunque se me ocurre que tal vez pueda localizar al chico. Una cosa así podría devolverme la custodia de Claudia. Está claro que su madre no está en condiciones de cuidarla. Llamaré a mi abogado para comer.
Hoy va a ser un día movido.
Esta mañana usé la cámara para hacer unas fotos detalladas de la espada. Tiene mejor calidad que el móvil. Luego se la di a Aurelia para que las sacara e investigara un poco. Que averiguara también algo de los chinos. Al poco me devolvío la cámara. Estaba algo nerviosa. No le di importancia. Después de un par de broncas a los de ventas fuimos a desayunar. Aurelia se excusó y no bajó. Al subir decidí borrar las fotos. De paso darle el gusto a mi mujer de ver lo que quería enseñarme. No dejó la cámara de forma casual. La muy puta. Había imágenes de un niñato desnudo. Valiente idiota. ¿Y si hubiera caído la cámara en manos de Claudia? Probablemente Aurelia las había visto. Joder. Lo mismo cree que fui yo quien las hice. Tendré que hablar con ella. La invitaré a cenar. La excusa del informe confidencial de los chinos es buena. No es que me importe que piense que voy por ahí poniendo el culo. Por que está claro que el chaval es de los que embisten. Buen sable, sí señor.
Me veo tentado de subir una imagen. No, no lo haré aunque se me ocurre que tal vez pueda localizar al chico. Una cosa así podría devolverme la custodia de Claudia. Está claro que su madre no está en condiciones de cuidarla. Llamaré a mi abogado para comer.
Hoy va a ser un día movido.
lunes, 25 de abril de 2011
Espiga de arroz
Hoy ha resultado ser un día extraño. Reconozco que por primera vez en mucho tiempo estoy desconcertado. Será mejor que vaya a cenar...
Aunque antes quiero dejarlo por escrito. Tal vez luego tenga que repasarlo. Mejor que comience por el principio. Aunque hoy es festivo en el colegio de mi hija, esta mañana Claudia se levantó e insistió en que la acercara a clase. Por lo visto tenían actividades programadas (no daré detalle) y no quería perdérselas. El plan era que su madre la recogiera directamente. O eso me dijo la niña. Por eso llevamos también la maleta, que dejamos en la conserjería. No era la úncia.
Llegué algo tarde a la oficina. Lo justo para matizar los detalles de una reunión con un grupo de banqueros chinos. Parece que el ICBC ha abierto brecha. Pronto sabremos leer ideogramas. Al tiempo. El caso es que avisaron de que llegarían tarde. La reunión pasaría a ser un almuerzo de negocios. Mejor. Así tendría la manaña libre. Hacia las doce volvieron a llamar. Esta vez cancelando la reunión definitivamente. Lo peor: sin una nueva fecha a la vista. Fue extraño. Dije a Aurelia que tratara de averiguar algo. Es mosqueante. Supone que tiene algo que ver con un incidente en el gobierno chino. Le dije que preparara un informe. Debería haber estado más atento.
Cuando salía para comer llamaron del colegio de Claudia. Nadie había ido a recogerla. Tiene cojones. Salí a por mi hija. De camino llamé a la zorra de su madre. No cogía el teléfono. Llamé al fijo. Nada. Que la follen. Recogí a mi hija y llamé a la oficina. Me tomaría el resto del día libre. Comimos en un restaurante. Sonó el móvil un par de veces, pero lo ignoré. Mi hija necesitaba la atención que le había negado su madre. Y un extra. Pidió carne. Rió mientras se la partía en trocitos. Como cuando era pequeña. La muy zorrilla no dejaba de aludir al brazo roto. Por mi culpa. Sí, pequeña arpía. Me hice el avergonzado. Obedecí sus caprichos sumiso. Luego fuimos al cine. Dimos un paseo. Cosas sencillas.
Hemos llegado a casa hace unos minutos, apenas lo que he tardado e escribir esto. El guardia de la entrada a la urbanización me ha dado un paquete. Mientras Claudia se ponía cómoda y pide unas pizzas lo he abierto en el despacho. Normalmente lo habría hecho delante de ella. Algo me dijo que no lo hiciera. En la alargada bolsa de papel había una caja también larga. Muy larga. Y estrecha. De madera. Sin decoración. Al abrirlo he visto la espada. Y una nota. Ideogramas. Detrás la traducción. Un regalo de la delegación de banqueros chinos excusándose ceremoniósamente. Un regalo excesivo. Un espiga de arroz. Un auténtico sable Miao Dao del siglo XVI. Lo he cogido y dado unos pases con él en el despacho. Me he sentido poderoso. Luego recordé el aviso que me hizo nuestro amigo soñador. Me he asegurado. La espada está afilada. Lo he confirmado. Es un atuéntico regalo de los chinos. La propia Aurelia lo trajo casa...
Suena el teléfono. Es la madre de Claudia. Se ponga como se ponga mi hija dormirá hoy en mi casa. Hoy ha sido un día extraño. Reconozco que por primera vez en mucho tiempo estoy desconcertado. Será mejor que vaya a cenar.
miércoles, 20 de abril de 2011
De Claudia y la Ira
No voy a disculparme por la entrada anterior. No digo en ella nada que no piense (sí, que sois idiotas). Pero lo cierto es que no la habría escrito, o al menos no en ese tono, de no haber estado a punto de quedarme sin Caludia estos días.
Rebeca, lectora asidua y futura ex-amante, deja caer en sus comentarios que le gusta el amor que siento por mi hija. Bien. Se equivoca. No es amor. O al menos no lo que el amor debe ser. Como decía Ortega y Gasset (cito de memoria) el amor es dar. Y, claro, que le doy cosas a Claudia. Pero es de un modo interesado. Puro egoísmo. Lo hago por lo que me da ella a mí. Ya sea el chute químico que revoluciona el cerebro de un padre cuando está cerca de sus hijos. Nada especial. Mera adaptación evolutiva para que las crías no sean avandonadas a su suerte. Así, soy adicto a Claudia.
La verdad es que no tenía ni idea de nada de esto cuando decidí tener descendencia. Fue toda una sorpresa. Una desesperante sorpresa. No. Al principio simplemente me movió el deseo de tener un heredero. De hecho quería un hijo. Un pequeño cabrón que siguiera mis pasos cuando ya no estuviera. Sí, una crisis existencial tópica. Probablemente producida por un desajuste hormonal. Así, busqué un útero fresco y me encargué de convencer a su dueña de que me dejara usarlo a placer. Nunca quise a la madre de Claudia. De hecho nos separamos al poco de nacer mi hija (y comprobar que era mía con varias pruebas de ADN). La verdad es que debería haber optado por un vientre de alquiler en los EE. UU. Pero entonces no sabía lo que sé ahora.
El caso es que cuando la madre de Clauida me insinuó que sería mejor que se fuera con ella a Salamanca en lugar de quedarse conmigo estas fiestas tuve un ataque de pánico. Sin más. Colgué y me senté en el suelo. El pulso y la respiracióna acelerados. Sudor frío. Temblores. Y un terror infinito. Tardé, pero me recompuse y volví a llamar a mi ex mujer. No me costó convencerla de que lo mejor era cumplir con el acuerdo acerca de la custodia de Claudia que firmamos ante el juez. Fui muy educado. Descargar sobre ella mi ira habría sido un error. Sé que graba las llamadas. Podría usarla contra mí. Tal vez con razón. Poco después escribí la entrada.
Esta tarde fui a por mi pequeña arpía. Hemos llegado a mi casas justo cuando se ha desplomado el cielo sobre Madrid. Hemos estado viendo la tormenta desde el ventanal. Sin más. Uno junto a otro. Inmóviles tras el cristal. Seguros de que la rabia del agua no lo traspasaría. Sin inmutarnos ante los inesperados rayos. Porque Claudia sabe que no pueden hacerle daño a mi lado. Porque yo soy el animal más peligroso del mundo cuando no tengo mi droga a mano.
Rebeca, lectora asidua y futura ex-amante, deja caer en sus comentarios que le gusta el amor que siento por mi hija. Bien. Se equivoca. No es amor. O al menos no lo que el amor debe ser. Como decía Ortega y Gasset (cito de memoria) el amor es dar. Y, claro, que le doy cosas a Claudia. Pero es de un modo interesado. Puro egoísmo. Lo hago por lo que me da ella a mí. Ya sea el chute químico que revoluciona el cerebro de un padre cuando está cerca de sus hijos. Nada especial. Mera adaptación evolutiva para que las crías no sean avandonadas a su suerte. Así, soy adicto a Claudia.
La verdad es que no tenía ni idea de nada de esto cuando decidí tener descendencia. Fue toda una sorpresa. Una desesperante sorpresa. No. Al principio simplemente me movió el deseo de tener un heredero. De hecho quería un hijo. Un pequeño cabrón que siguiera mis pasos cuando ya no estuviera. Sí, una crisis existencial tópica. Probablemente producida por un desajuste hormonal. Así, busqué un útero fresco y me encargué de convencer a su dueña de que me dejara usarlo a placer. Nunca quise a la madre de Claudia. De hecho nos separamos al poco de nacer mi hija (y comprobar que era mía con varias pruebas de ADN). La verdad es que debería haber optado por un vientre de alquiler en los EE. UU. Pero entonces no sabía lo que sé ahora.
El caso es que cuando la madre de Clauida me insinuó que sería mejor que se fuera con ella a Salamanca en lugar de quedarse conmigo estas fiestas tuve un ataque de pánico. Sin más. Colgué y me senté en el suelo. El pulso y la respiracióna acelerados. Sudor frío. Temblores. Y un terror infinito. Tardé, pero me recompuse y volví a llamar a mi ex mujer. No me costó convencerla de que lo mejor era cumplir con el acuerdo acerca de la custodia de Claudia que firmamos ante el juez. Fui muy educado. Descargar sobre ella mi ira habría sido un error. Sé que graba las llamadas. Podría usarla contra mí. Tal vez con razón. Poco después escribí la entrada.
Esta tarde fui a por mi pequeña arpía. Hemos llegado a mi casas justo cuando se ha desplomado el cielo sobre Madrid. Hemos estado viendo la tormenta desde el ventanal. Sin más. Uno junto a otro. Inmóviles tras el cristal. Seguros de que la rabia del agua no lo traspasaría. Sin inmutarnos ante los inesperados rayos. Porque Claudia sabe que no pueden hacerle daño a mi lado. Porque yo soy el animal más peligroso del mundo cuando no tengo mi droga a mano.
Gracias por facilitar nuestro trabajo, idiotas
Pues sí. Sois idiotas. No por lo que se mueve por ahí atribuido a Pérez Reverte (que también).
Sois idiotas porque os dejáis ganar la batalla más importante. La única contra la que estamos perdidos los que queremos controlar vuestra mente. Al menos los que os queremos hacer creer que necesitais la mierda que os vendemos. Sois idiotas porque nos dejáis robaros el arma más fabulosa que tenéis a mano: La Palabra.
Ved si es importante la palabra que hasta en la Biblia se identifica a Dios con el verbo. Para los antiguos egipcios las palabras eran tan importantes que con sólo decir o escribir algo se hacía realidad (por eso muchos geroglíficos aparecen tachados o mal escritos a posta).
Pero vosotros, idiotas, nos dejáis destruir el lenguaje. Vuestro lenguaje. Y con él la capacidad de razonar. De pensar. Hasta incluso de soñar.
Gracias. Seguid usando eufemismos. Seguid viviendo con mil palabras. Seguid desdeñando la lectura y todo lo que huela a cultura. Gracias, queridos idiotas.
Luego os quejaís de insatisfacción. La misma que yo y los míos nos encargamos de potenciar sutituyendo vuestras necesidades por otras que nunca podréis pagar. Tal vez con un préstamo. Aún así. Cuando estéis a un paso de alcanzar el objeto de vuestro deseo manipulado lo cambiaremos. O mejor, justo cuando ya sea vuestro. No obtendréis nada. Porque no tenemos nada que ofrecer.
Eso lo sabríais si no fuérais idiotas. Si detrás de cada violación del verbo os revolviérais pidiendo justicia. Si revindicárais la riqueza de vuestro pensamiento. Pero no. No haceis eso. Asumís nuestro mensaje como propio. Hasta lo repetís y difundís, así sea un eslogan de zapatillas deportivas o de guerra. Idiotas, que sois idiotas.
De hecho aún instituyendo la idiotez de forma oficial no os movéis del pesebre. Cada reforma del sistema educativo genera más ignorantes. Las humanidades se desprecian por improcutivas. Aún así tenéis la oportunidad que nadie ha tenido antes para armaos contra nosotros (sí, coño, la red) y la dejáis pasar. Así os merecéis todos lo que os cae encima. Todos los palos que os den vuestro amos. Porque no llegáis ni a animales de carga. Burros. Mulas. Que sólo quieren pacer. Que cuando se les carga y tira de ellos andan. Y si no a palos. Y con más carga. Y más palos. Y ellos arrean y pacen. Paceis y arreais con lo que os echen. Porque sois animales de carga idiotas. Esclavos que desprecian la espada que acabaría con sus problemas.
Así os va. Así nos va.
Y por eso os damos las gracias.
Va, me dáis pena. Os facilito un poco la tarea. De nada:
lunes, 18 de abril de 2011
Al olor de la sangre
Que vivimos en un país de carroñeros no es algo que descubra a nadie. Sólo hay que hacer un poco zapping entre las cadenas de más audiencia para ver qué vende. O por las de menos para ver qué es lo que esperan hacer vender. De hecho una de las campañas mejor situadas (y eso que es de la competencia, me jode reconocerlo) en la parrilla es de una crema con veneno de serpriente que patrocina algunos de los reportajes más viperinos de telecinco. Chapó enemigos. Yo mismo, no lo negaré, soy una hiena. Pero al menos las hienas, al contrario de lo que se piensa, nos buscamos nuestras propias piezas.
Este fin de semana ha sido movidito. Para empezar mi pequeña arpía estaba cabreada conmigo y fingió no querer quedarse en mi piso. Mentía. Aunque su madre no le dio pie a reconocerlo. Ya tenía planes y metió pataleando a Claudia (no, no se llama así mi hija, me permitirás esta mentira piadosa para preservar algo su intimidad) en el coche no sea que me largara solo y le jodiera la noche, en vez de jodérsela el nuevo yogurín del que pretende que me encele. El caso es que a la segunda rotonda Claudia ya estaba calmada. Paré a echar gasolina y le dije que si me decía a qué venía tanta gilipollez le dejaría subir delante. Le encanta sentarse delante. A mi lado. Accedió. Me contó una mentira improvisada. Entendí que simplemente quería hacerse de rogar. Subió delante y todo quedó olvidado. Pero divago. El caso es que el sábado fuimos a patinar al retiro. No le gusta tanto como verme hacer el payaso. No tengo muy buen equilibrio. Siempre acabo cayéndome. El sábado me caí encima de suyo y le partí un brazo. Ha estado desde entonces en el hospital. Un hospital saturado. La fractura requería una cirujía que hasta esta mañana no han podido realizarle. Así pasamos el fin de semana en el Gregorio Marañón.
Sí, el mismo hospital donde también ingresó un farandulero de estos de medio pelo. Un ex cornudo de alguien, un pitoniso o qué. El caso es que ayer por la tarde lo ingresaron y al poco estaba la entrada del hospital lleno de chacales. Los pude ver cuando vino la madre de Claudia y bajé cenar algo a la cafetería. Allí se me acercó uno. Tardé un poco en darme cuenta.
−Perdone, ¿le importa que me siente aquí?, está todo lleno −sí que lo estaba, así que no me importó. Le hice un gesto con el mentón que intuí suficiente para indicarle que tendría sitio pero no charla. No lo captó.
−¿Algún familiar enfermo? Oh, claro... ¿qué pregunta, verdad? −el perro era novato, se le notaba nervioso.
−Espero que no sea algo grave.
−No: mi hija se ha roto el brazo −no sé por qué di tanta información.
−Oh..., vaya, vaya, lo siento...
−Gracias.
−No, de nada, de nada... −el cachorro comenzó a sudar. Tuve una arcada. Literalmente. Intenté evitar verlo y me fijé en la tele. Fue un error. Estaban sacando la entrada del hospital. "Cubriendo" el caso.
−¿Se ha enterado? ¿Sabe quién está aquí?
−No −dije−, y tampoco me interesa demasiado −añadí para que me dejara tranquilo.
−Ah..., vale... perdone −hizo ademán de levantarse, pero se volvió a sentar. Dejé el bocadillo en el plato y me puse a finjir que miraba algo en el móvil.
−Vaya, buen cacharro se gasta. Seguro que tiene una buena cámara −ahí ya le pillé.
−Doce megapixels, grabacion HD...
−Vaya..., ¿y tiene para mucho? con la rotura del brazo digo −el idiota no sabía como pedirme lo que ya sabía que me iba a pedir.
−Un par de días.
−Oh... una pena de fin de semana −opté por ayudarle.
−Sí.
−Bueno, bueno... No hay mal que por bien no venga −me hice el sorprendido.
−¿Cómo?
−Vale que con lo del brazo de su hija... El caso es que podría sacar un dinerillo de esto −acentué el gesto. El tipo se confió, se acercó y bajó el tono.
−Supongo que le darán un pase nocturno, para estar con su hija... Si usted me lo hiciera pasar..., o pudiera conseguirme uno... yo... la agencia le estaría muy agradecido.
−¿Cuánto?
−Bueno, no puedo prometer mucho, pero qué mnos que cien euritos −ahí me carcajeé en su cara. Me levanté y me fui fuera a fumar. El tipejo apareció poco más tarde, guardando un teléfono.
−Oiga... he hablado con mi jefe... y..., lo mismo podemos llegar a trescientos.
Ahí estaba ese pringao. Seguramente un becario. Ofreciéndome la mitad de su sueldo para poder colarse y hacer unas fotos a un estafador que se habría puesto de coca hasta el culo. Al otro lado de la calle estaba el resto de la jauría con cámaras y micrófonos. Detrás de unas vayas que habían instalado los municipales. Rabiosos ante la falta de noticias. Gruñéndose unos a otros. Ladrando en directo. Miré al cachorro. Seguía sudando. Daba asco. Le ofrecí un cigarro. Le dije.
−No voy a darte el pase −intentó decir algo pero no le dejé−. Ni por trescientos mil euros. Lo mismo con estas pintas no lo parece, pero gano al mes lo que tú no ganarás al año en mucho tiempo −el chico se contuvo al mostrar desprecio, o lo tenía tan claro como yo−. Pero voy a hacer algo por ti −ahora era él el sorprendido− voy a seguir hablando contigo un rato y tú mientras vas a ir escribiendo lo que te parezca en tu libretita ¿tendras una no? Bien, tus colegas te están viendo hablar conmigo, pero como tú eres un pringao y yo un desconocido nadie nos hace fotos ni nos grava. Así que cuando termines de inventarte algo te vas para allá como si yo fuera Dios Padre y te hubiera dado las Tablas de la Ley. ¿De acuerdo? Comencemos...
Estuvimos unos mintuos haciendo el paripé, el chico no dejaba de darme las gracias. Una pena. No parecía idiota del todo. No sé qué se inventó. Espero que fuera algo dramático. Impactante. Aunque dudo que mucho más que lo que ha sucedido hace unas horas. Por lo visto el pitoniso se ha estampado contra el aparcamiento. Antes que brotara la sangre seguro que ya había fotografos a su vera. Supongo que mañana me enteraré en la oficina. Sí. A las hienas también nos gusta picotear un poco de mierda ajena de vez en cuando. Y es que nos encanta reírnos.
Por cierto, los buitres aún sobrevolarán algo más el Gregorio Marañón. La guapísima Silvia Abascal está también ingresada. Un ictus. Lo ha comentado la madre de Claudia mientras las llevaba a casa. Me hubiera gustado verla, ha concluído. Me he contenido. No está bien que una niña oiga a su padre llamar zorra a su madre. Aunque sea cierto. Aunque ya lo sepa. Sólo espero no tener tonterías. La Semana Santa es Sagrada para Claudia y para mí.
Este fin de semana ha sido movidito. Para empezar mi pequeña arpía estaba cabreada conmigo y fingió no querer quedarse en mi piso. Mentía. Aunque su madre no le dio pie a reconocerlo. Ya tenía planes y metió pataleando a Claudia (no, no se llama así mi hija, me permitirás esta mentira piadosa para preservar algo su intimidad) en el coche no sea que me largara solo y le jodiera la noche, en vez de jodérsela el nuevo yogurín del que pretende que me encele. El caso es que a la segunda rotonda Claudia ya estaba calmada. Paré a echar gasolina y le dije que si me decía a qué venía tanta gilipollez le dejaría subir delante. Le encanta sentarse delante. A mi lado. Accedió. Me contó una mentira improvisada. Entendí que simplemente quería hacerse de rogar. Subió delante y todo quedó olvidado. Pero divago. El caso es que el sábado fuimos a patinar al retiro. No le gusta tanto como verme hacer el payaso. No tengo muy buen equilibrio. Siempre acabo cayéndome. El sábado me caí encima de suyo y le partí un brazo. Ha estado desde entonces en el hospital. Un hospital saturado. La fractura requería una cirujía que hasta esta mañana no han podido realizarle. Así pasamos el fin de semana en el Gregorio Marañón.
Sí, el mismo hospital donde también ingresó un farandulero de estos de medio pelo. Un ex cornudo de alguien, un pitoniso o qué. El caso es que ayer por la tarde lo ingresaron y al poco estaba la entrada del hospital lleno de chacales. Los pude ver cuando vino la madre de Claudia y bajé cenar algo a la cafetería. Allí se me acercó uno. Tardé un poco en darme cuenta.
−Perdone, ¿le importa que me siente aquí?, está todo lleno −sí que lo estaba, así que no me importó. Le hice un gesto con el mentón que intuí suficiente para indicarle que tendría sitio pero no charla. No lo captó.
−¿Algún familiar enfermo? Oh, claro... ¿qué pregunta, verdad? −el perro era novato, se le notaba nervioso.
−Espero que no sea algo grave.
−No: mi hija se ha roto el brazo −no sé por qué di tanta información.
−Oh..., vaya, vaya, lo siento...
−Gracias.
−No, de nada, de nada... −el cachorro comenzó a sudar. Tuve una arcada. Literalmente. Intenté evitar verlo y me fijé en la tele. Fue un error. Estaban sacando la entrada del hospital. "Cubriendo" el caso.
−¿Se ha enterado? ¿Sabe quién está aquí?
−No −dije−, y tampoco me interesa demasiado −añadí para que me dejara tranquilo.
−Ah..., vale... perdone −hizo ademán de levantarse, pero se volvió a sentar. Dejé el bocadillo en el plato y me puse a finjir que miraba algo en el móvil.
−Vaya, buen cacharro se gasta. Seguro que tiene una buena cámara −ahí ya le pillé.
−Doce megapixels, grabacion HD...
−Vaya..., ¿y tiene para mucho? con la rotura del brazo digo −el idiota no sabía como pedirme lo que ya sabía que me iba a pedir.
−Un par de días.
−Oh... una pena de fin de semana −opté por ayudarle.
−Sí.
−Bueno, bueno... No hay mal que por bien no venga −me hice el sorprendido.
−¿Cómo?
−Vale que con lo del brazo de su hija... El caso es que podría sacar un dinerillo de esto −acentué el gesto. El tipo se confió, se acercó y bajó el tono.
−Supongo que le darán un pase nocturno, para estar con su hija... Si usted me lo hiciera pasar..., o pudiera conseguirme uno... yo... la agencia le estaría muy agradecido.
−¿Cuánto?
−Bueno, no puedo prometer mucho, pero qué mnos que cien euritos −ahí me carcajeé en su cara. Me levanté y me fui fuera a fumar. El tipejo apareció poco más tarde, guardando un teléfono.
−Oiga... he hablado con mi jefe... y..., lo mismo podemos llegar a trescientos.
Ahí estaba ese pringao. Seguramente un becario. Ofreciéndome la mitad de su sueldo para poder colarse y hacer unas fotos a un estafador que se habría puesto de coca hasta el culo. Al otro lado de la calle estaba el resto de la jauría con cámaras y micrófonos. Detrás de unas vayas que habían instalado los municipales. Rabiosos ante la falta de noticias. Gruñéndose unos a otros. Ladrando en directo. Miré al cachorro. Seguía sudando. Daba asco. Le ofrecí un cigarro. Le dije.
−No voy a darte el pase −intentó decir algo pero no le dejé−. Ni por trescientos mil euros. Lo mismo con estas pintas no lo parece, pero gano al mes lo que tú no ganarás al año en mucho tiempo −el chico se contuvo al mostrar desprecio, o lo tenía tan claro como yo−. Pero voy a hacer algo por ti −ahora era él el sorprendido− voy a seguir hablando contigo un rato y tú mientras vas a ir escribiendo lo que te parezca en tu libretita ¿tendras una no? Bien, tus colegas te están viendo hablar conmigo, pero como tú eres un pringao y yo un desconocido nadie nos hace fotos ni nos grava. Así que cuando termines de inventarte algo te vas para allá como si yo fuera Dios Padre y te hubiera dado las Tablas de la Ley. ¿De acuerdo? Comencemos...
Estuvimos unos mintuos haciendo el paripé, el chico no dejaba de darme las gracias. Una pena. No parecía idiota del todo. No sé qué se inventó. Espero que fuera algo dramático. Impactante. Aunque dudo que mucho más que lo que ha sucedido hace unas horas. Por lo visto el pitoniso se ha estampado contra el aparcamiento. Antes que brotara la sangre seguro que ya había fotografos a su vera. Supongo que mañana me enteraré en la oficina. Sí. A las hienas también nos gusta picotear un poco de mierda ajena de vez en cuando. Y es que nos encanta reírnos.
Por cierto, los buitres aún sobrevolarán algo más el Gregorio Marañón. La guapísima Silvia Abascal está también ingresada. Un ictus. Lo ha comentado la madre de Claudia mientras las llevaba a casa. Me hubiera gustado verla, ha concluído. Me he contenido. No está bien que una niña oiga a su padre llamar zorra a su madre. Aunque sea cierto. Aunque ya lo sepa. Sólo espero no tener tonterías. La Semana Santa es Sagrada para Claudia y para mí.
viernes, 15 de abril de 2011
Gatillazo
Me pongo y no me sale nada. Tengo la idea en mente, tengo el suceso, la anécdota. Tengo hasta la reflexión y la puerta a la verdad tras la apariencia. Tengo la conclusión. Pero no puedo. Estos días me he puesto varias veces a escribir una nueva entrada y no he pasado del título. No me molesta demasiado. Si el blog se queda sin entradas durante unos días o hasta semanas no es lo que más me preocupa. Sin embargo resulta molesto tener ese muro delante y no poder dejar fluir lo que, por otro lado, tenía completamente desarrollado. Pero nada, a la hora de la verdad nada. El propio deseo bloquea la puerta hacia su satisfacción. Paradójico.
Me consuelo con algún comentario en la cafetería con la gente de la oficina. Pero no es lo mismo. Ellos ríen y me dan la razón más por seguidismo que por convicción. Tanto hombres como mujeres. Sólo Aurelia se atreve a contradecirme, incluso desata su indignación cuando fuerzo la máquina. Es curioso ver como sus compañeros la dejan sola. Son una panda de perros salvajes. Alguno incluso se atreve a defender mis argumentos, con más vehemencia incluso. Imbécil. No daré nombres, claro. Bastantes evidencias doy ya. Eso sí, después de las fiestas conocerán a uno en las oficinas de desempleo. Estoy cansado ya de su falsa lealtad. Además hace tiempo que esta oficina necesita un golpe de efecto. Y siempre me gustaron los procesos de selección.
Vaya, parece que el bloqueo pasó. Supongo que aún no estaba listo para sacar a la luz esos borradores. Tal vez sea mejor centrarme en las cosas del día a día. Bueno, llamaré al personal y bajaremos a tomar un café. A ver quién es el primero en dejar tirada a Aurelia. Sí, estoy pensando en despedir a dos empleados.
Me consuelo con algún comentario en la cafetería con la gente de la oficina. Pero no es lo mismo. Ellos ríen y me dan la razón más por seguidismo que por convicción. Tanto hombres como mujeres. Sólo Aurelia se atreve a contradecirme, incluso desata su indignación cuando fuerzo la máquina. Es curioso ver como sus compañeros la dejan sola. Son una panda de perros salvajes. Alguno incluso se atreve a defender mis argumentos, con más vehemencia incluso. Imbécil. No daré nombres, claro. Bastantes evidencias doy ya. Eso sí, después de las fiestas conocerán a uno en las oficinas de desempleo. Estoy cansado ya de su falsa lealtad. Además hace tiempo que esta oficina necesita un golpe de efecto. Y siempre me gustaron los procesos de selección.
Vaya, parece que el bloqueo pasó. Supongo que aún no estaba listo para sacar a la luz esos borradores. Tal vez sea mejor centrarme en las cosas del día a día. Bueno, llamaré al personal y bajaremos a tomar un café. A ver quién es el primero en dejar tirada a Aurelia. Sí, estoy pensando en despedir a dos empleados.
martes, 12 de abril de 2011
Mi nombre no es mi nombre
Yo no soy Faustino.
Menudo verdaderódromo he montado cuando, nada más entrar, ya comienzo a traicionar el espíritu que quiero imponer. Pero creo que es obvio, o lo llegará a ser, que no puedo dar mi verdadero nombre. Además, no sería oportuno. El mío no es el nombre de alguien que va con la verdad por delante. No. El mío es el nombre de un embustero profesional. Sí, soy publicista.
Al comenzar con este cuaderno de confesiones no lo dudé: necesitaba un nombre honrado. El de mi padre. Faustino.
Faustino era uno de esos hombres que creían en las palabras. Lo que salía de su boca era ley. Y si por error, o desconocimiento, o inducido por otro, salía algo indigno de ella no descansaba hasta corregir las faltas que creía haber ocasionado. Lo dicho era un compromiso inquebrantable. Si te daba los buenos días te los deseaba sinceramente. Si no, simplemente se anunciaba con un "hola" insignificante. Sólo decía adiós a amigos moribundos, o a enemigos con los que nunca más habría de hablar. El resto de despedidas eran encomiendas del tipo hasta, algún nos vemos o en casos especiales un significativo hablamos. Cuando mi padre te decía que te llevaría a tal o cual sitio, o que te compraría tal o cual cosa, podrías darlo por hecho. De igual manera cuando decía que no, así bajara Dios en persona para concederte tu deseo que él se lo impediría. Ese honor atado a la lengua le trajo más de un problema. Faustino era carne de cañón para tipos como yo. Incluso lo fue para mí. Con el tiempo mi padre comenzó callar. Se dio cuenta de que, en general, le salía más rentable el silencio. Sólo hablaba con aquellos con los que sabía seguras sus palabras. Al final sólo mi hermano era digno de su confianza. Hasta le hizo prometer que no comentaría sus charlas con nadie. Y claro, él, honrado con ese tesoro, no faltó a la promesa. Cuando le preguntaba se limitaba a dar un parte médico. No es que me importara demasiado, al fin y al cabo mi padre ya me dejó las cosas claras. Sí, fui digno de uno de sus adioses. Tal vez del último que dirigió. Supongo que al despedirse de mi hermano le diría adiós. Pero el buen hijo ni siquiera rompió el secreto de confesión tras la muerte de Faustino. No es que me importen las últimas palabras de mi padre. Puedo imaginármelas. Puedo imaginar cómo advertiría a mi hermano sobre mí, cómo se quejaría de mi falta de honestidad, cómo lamentaría que no hubiera aprendido nada de él. O, tal vez, tras aquel adiós no volví a ocupar la boca de mi padre ni su pensamiento.
Menudo verdaderódromo que he inaugurado mintiendo. Porque yo no soy Faustino. No soy mi padre. Ni tampoco quiero serlo. Y, sin embargo, lo quiero.
Menudo verdaderódromo que he inaugurado mintiendo. Porque yo no soy Faustino. No soy mi padre. Ni tampoco quiero serlo. Y, sin embargo, lo quiero.
lunes, 11 de abril de 2011
Por qué un verdaderódromo
Estoy harto.
Probablemente sea lo más cierto que puedo escribir. Y, sin embargo, no es cierto. O no del todo. Porque si realmente estuviera harto haría algo por cambiar mi situación. ¿Es esto algo? Supongo que técnicamente sí. Que venir a gritar en este pozo sin fondo es un paso.
Un paso. Como si caminara hacia alguna parte. Maldito lenguaje. No. Esto no es un viaje. Este blog es más bien un desahogo. Una forma de no pagar a una psicóloga recién doctorada, a la que hacer creer que la necesito para no terminar volándome los sesos, y eventualmente follarme, provocándole de paso una crisis vocacional.
Sí: soy un hijo de puta. Desde su acepción más metafórica a la más literal. Pero eso se supone que no lo sabe nadie. Mentira. Una de las primeras. Otra más. De esas que me han hecho mentir al decir que estoy harto. Porque, en el fondo, me gusta. Me encanta mentir. Ya dije: soy un hijo de puta.
Y un padre de puta. En realidad la idea de este diario me lo dio mi hija pequeña. Sí: mía, no hay duda al respecto. Aprendió a mentir antes que a hablar. En unos años no quisiera ser yo el patán que se cruce en su camino. Pero de ella ya hablaré, supongo, más adelante. El caso es que hoy la pillé (más bien me dejó que la pillara) escribiendo en un cuaderno pequeñito que metió rápidamente bajo el cuaderno más grande donde hacía los deberes.
−¿Qué tienes ahí? −le seguí el juego.
−Nada −, dijo con su cara de princesita Disney.
−Vale –, añadí como si realmente no me importara.
−Es un verdaderódromo.
−¿El qué? –mi pequeña sirena captó mi atención.
−Una libretita donde apunto cosas que son verdad.
−¿Y eso?
−No sé... –, se encogió de hombros no era la pregunta que esperaba. Se quedó mirándome para que se la hiciera. No le di el gusto; ya había tenido suficientes victorias a mi cuenta.
Me vine al dormitorio y me he puesto con esta cura de sinceridad. Por favor. Suena ridículo. Pero el caso es que algo tengo que hacer. Porque sí. Es cierto. Como todo lo que tire por esta exclusa al vacío sin eco. He de reconocerlo: estoy harto
Probablemente sea lo más cierto que puedo escribir. Y, sin embargo, no es cierto. O no del todo. Porque si realmente estuviera harto haría algo por cambiar mi situación. ¿Es esto algo? Supongo que técnicamente sí. Que venir a gritar en este pozo sin fondo es un paso.
Un paso. Como si caminara hacia alguna parte. Maldito lenguaje. No. Esto no es un viaje. Este blog es más bien un desahogo. Una forma de no pagar a una psicóloga recién doctorada, a la que hacer creer que la necesito para no terminar volándome los sesos, y eventualmente follarme, provocándole de paso una crisis vocacional.
Sí: soy un hijo de puta. Desde su acepción más metafórica a la más literal. Pero eso se supone que no lo sabe nadie. Mentira. Una de las primeras. Otra más. De esas que me han hecho mentir al decir que estoy harto. Porque, en el fondo, me gusta. Me encanta mentir. Ya dije: soy un hijo de puta.
Y un padre de puta. En realidad la idea de este diario me lo dio mi hija pequeña. Sí: mía, no hay duda al respecto. Aprendió a mentir antes que a hablar. En unos años no quisiera ser yo el patán que se cruce en su camino. Pero de ella ya hablaré, supongo, más adelante. El caso es que hoy la pillé (más bien me dejó que la pillara) escribiendo en un cuaderno pequeñito que metió rápidamente bajo el cuaderno más grande donde hacía los deberes.
−¿Qué tienes ahí? −le seguí el juego.
−Nada −, dijo con su cara de princesita Disney.
−Vale –, añadí como si realmente no me importara.
−Es un verdaderódromo.
−¿El qué? –mi pequeña sirena captó mi atención.
−Una libretita donde apunto cosas que son verdad.
−¿Y eso?
−No sé... –, se encogió de hombros no era la pregunta que esperaba. Se quedó mirándome para que se la hiciera. No le di el gusto; ya había tenido suficientes victorias a mi cuenta.
Me vine al dormitorio y me he puesto con esta cura de sinceridad. Por favor. Suena ridículo. Pero el caso es que algo tengo que hacer. Porque sí. Es cierto. Como todo lo que tire por esta exclusa al vacío sin eco. He de reconocerlo: estoy harto
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