Creo que después de todos estos días de prodigios y desgracias, lo más milagroso y quizá alucinante (capaz de ser descrito como una alucinación) fue encontrarnos con Braulio y Adela en medio de la planicie de Castilla la Mancha. Que digo yo que será esto.
Porque hay unos hijos de la gran puta llamados Hijos del Caos que han sobrevivido a la guerra contra los demonios tan sólo para dedicarse a joder todas las señales de tráfico y de señalización que se encuentran a su paso.
El caso concreto es que había llegado un momento en que ni yo mismo podía decidir si estábamos persiguiendo a los Hijos del Caos o buscando a Hidalgo (y en esto debo decir que Andy estaba más enfadado que yo, como si la gota que hubiese colmado el vaso fuese una simple gamberrada). Los caballos campaban un campo seco como sus propios lomos, a la sombra discontinua de unos molinos de viento, cuando oímos un silbido magnífico.
Adela y Brau iban montados en un carro tirado por caballos y se habían plantado en una carretera secundaria para descansar un poco con unas sombrillas.
Cuando llegamos comprobé con gusto que Brau ya casi parecía una persona; osea, al menos vuelve a parecer un yonqui.
Ellos también están buscando a Hidaglo y al parecer Brau tiene un método mágico para rastrearlo. No quiero ni saberlo.
Por supuesto, nos hemos unido y ahora marchamos hacia un castillo abandonado. No sé si lo sabéis, pero Castilla recibe su nombre de los castillos. Ellos estaban buscando a una sombra que no es otra cosa que el poder humanizado y perdido de Hidalgo para predecir asuntos de mierda, así que esta cosa según parece quiere volver a la vida a la que estaba acostumbrada como si fuese un vampiro.
Y los vampiros viven o noviven en castillos, ¿verdad?
Hablando de leyendas... mi espada está empezando a volverse rara. Mucha sangre en su cuenta, supongo. Tengo que intentar contactar con el chino arrepentido que nos la devolvió. La espada me habla por las noches, cuando estoy a punto de coger el sueño, me habla suave; creo que me habla con la voz de Lorena.
Quizá no sea la mucha sangre que he vertido con ella lo que ha activado la espada. Quizá sea la muerte de mis seres queridos.
Ya veremos.
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