sábado, 18 de junio de 2011

EL VUELO DE LOS DRAGONES

Yo tenía unos doce años cuando vi una película de dibujos animados en un especial que emitieron aquellas navidades en la tele. Todas las mañanas echaban una película de dibujos, Corre Meros, Drácula, Colmillo Blanco... Y El vuelo de los Dragones. Recuerdo un par de cosas de esa película. Una de ellas era al tigre que hablaba enfrentarse a un gusano gigante y decir algo así como que "esta noche, el tigre cenará gusano o el gusano cenará tigre". Y la otra era un duende enfrentarse con una flauta la regreso de los dragones. Tocó la flatua mientras se acercaban y los dragones se durmieron...
Hoy me he acordado de esa película por algo que ha sucedido y, ya que en principio comencé este blog, este diario, para contar la verdad, la verdad es que en el día de hoy Andy ha salvado la vida de mi hija Claudia.
Conoceis esas cosas que parecen sacadas de un tatuajes gótico o de una novela de Geralt de Rivia, esas lamias con alas como de lona negra que se posan en un poste de teléfono allá donde haya un atasco de tráfico para comenzar a recoger carnaza humana viva. Bien, pues una de esas cosas ha planeado hacia nosotros tan silenciosa como un buho y ha cogido a mi hija por los hombros. Yo me he vuelto como un demonio y he agarrado a Claudia por las piernas y he forcejeado aunque creía que podía romper a mi hija por la mitad y reconozco que en aquel momento me importaba más que no se la llevaran a que sobreviviera. Entonces esa cosa me ha dado un coletazo o un manotazo y me ha tirado al suelo. Mi mujer ni siquiera podía gritar.
La cosa comenzó a levarse en serio con Claudia cuando se ha detenido en el aire porque estaba oyendo música. Todos la oíamos. Algo parecido a la música. Andy estaba tocando el violín de tal modo que parecían los silbidos de la lamia. El bicho se ha quedado aleteando a cuatro o cinco metros sosteniendo a Claudia con las patas traseras. Andy tenía los ojos cerrados y los gritos de su violín han ido derivando sutilmente en una música nostálgica, triste y, milagrosamente, centímetro a centímetro, la lamia ha ido descendiendo como si no se diese cuenta, cada vez más cerca del muchacho.
Los pies de mi hija tocaban ya el suelo.
Me he acercado por detrás y he atacado con la espada. Le he dejado la cabeza colgando de un golpe y la lamia ha soltado a mi hija y ha intentado elevarse de nuevo. Le he cortado en la barriga y antes de que me agarrase la he cogido por un ala y he vuelto a cortar. Y cuando la he tenido en el suelo he vuelto a cortar hasta dejarla sin cabeza.
Andy le ha salvado la vida a mi hija.
Seguimos en el camino.
Nos aproximamos a un centro comercial en mitad de una autopista y comienza a caer la tarde.

1 comentario:

Rebeca Goyri dijo...
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